El Baño de prefectos

Por: lcov14

El sonoro rugido del agua llenando una enorme tina resonó en la oscuridad de la noche; era una de aquellas noches eternas, de aquellas poco agradables en que tenías tantas cosas en las que pensar, que tratar de dormir era una tortura inhumana contra la mente propia. Solo alguien no se limitaría a dar vueltas inquietas en su cama, pensando como un imbécil. Un perfume agobiante de la lavanda, la canela, la menta y la naranja inundó de pronto la habitación, en la que el profundo silencio se extendía hasta lo más alto del húmedo techo de piedra. El aroma que emanaban las burbujas y los tenues zarcillos de vapor violeta, volaba por toda la habitación, robando los sentidos, penetrando la carne para drogar cada órgano y tejido. Las luces ondulatorias del fuego de las antorchas que colgaban de anillos independientes de bronce, brillaban suavemente iluminando los agradables y coloridos líquidos que chorreaban cual cascada desde sus respectivas llaves de plata. Una silueta delgada, alta y oculta tras la cortina de vapor, comenzó a caminar descalzo, lentamente, pero con paso decidido en dirección de la enorme piscina al centro de la habitación, cuya superficie estaba cubierta de burbujas multicolores y de aromas dulces y empalagosos. Draco Malfoy se desprendió de la bata, quedando desnudo en medio de la solitaria habitación donde el único movimiento era el de las partículas de vapor que giraban pegándose a las paredes de mármol y transformándose en pequeñas gotas de agua cristalina. La araña de metal que había en el techo tintineó y alumbró con su cálida luz el perímetro circular que conformaba la piscina. El muchacho rubio se sentó sobre la orilla de mármol y metió los pies en el agua caliente y espumosa. Estaba deliciosa. Poco a poco se fue introduciendo hasta que el agua le cubrió hasta la parte alta del pecho; sintió un ardor inmediato con el agua jabonosa. Examinó la herida recién hecha en su pecho.

Miró el tajo que pocas horas antes le había hecho el estúpido de Potter con un hechizo parecido a “sectum…” El muchacho se limitó a pensarlo; no deseaba revivir el profundo dolor que le había ocasionado la herida… los chorros de sangre que su pecho manaba y que habían teñido el suelo de piedra de rojo escarlata. Sintió un repentino mareo, pero ni si quiera eso podía arruinarle su noche de relajación; no con tantas preocupaciones encima. Estiró las piernas desperezándose y nadó un poco alrededor de la masa de espuma y agua perfumadas que inundaron sus sentidos y le hicieron perder el control de todo lo que ocurría. Una vez que estuvo llena la piscina, el muchacho se aproximó a cerrar los grifos de plata que continuaban escupiendo borbotones de aguas coloridas y espesas, y brillantes sustancias que formaban pequeñas burbujas rosadas y azules. El chico se escurrió en el agua, sintiendo el escozor en la herida diagonal que cubría su pecho. Inhaló los embriagantes aromas y se sentó en el asiento de mármol al fondo de la profunda fosa. Sintió coloridos rayos de luz provenientes de la luna llena que atravesaba el vitral al fondo de la habitación; la hermosa sirena dirigió la mirada hacia Draco para luego sumergirse en su propio mar de cristal fragmentado. El estupor rodeó rápidamente toda actividad mental que el chico llevara a cargo en aquel momento, y se sintió tranquilo después de varias e intensas semanas de sufrimiento, duda y dolor.

Ensimismado en una nube de algodón grisácea, el muchacho escuchó un suave y lejano chirrido, acompañado luego por una tenue línea vertical de luz dorada; no supo de donde provenía. Y tampoco le importó. Unos pasos desnudos y sordos resonaron suaves en la piedra y la puerta volvió a cerrarse, dejando todo el exterior a fuera, como debía de ser. Malfoy se encontraba en un trance perdido, cuando no estaba dormido, cuando una milésima parte de su cerebro se encontraba aun consiente. Su cuerpo resbalaba a lo largo de la pared de mármol, empujado por su resbalosa superficie, y casi sin darse cuenta, la espuma se acumuló alrededor de sus labios y se realzó la posibilidad de ahogarse en medio de la masa de jabón y agua. Y aquel mal sabor que besaba sus labios le pasó casi desapercibido; simplemente había desconectado por completo el nexo que guardaba entre lo físico y lo mental.

Un suave susurro penetró en la oscuridad y el sonido de varias prendas chocando en el suelo chasqueó nuevamente, disimulado por el sonido del agua; sintió un repentino movimiento del agua en forma de olas y el nivel de la piscina se incrementó hasta tocar los bordes de la piscina de mármol con su tonalidad madreperla y detallados mosaicos rodeando los bordes. El movimiento del agua provocó una débil oleada que abatió el rostro de Draco; reaccionó repentinamente aspirando con dificultad y de inmediato sus manos corrieron a sus ojos, donde descansaban residuos de jabón. Sintió los globos oculares algo irritados y se levantó desde su asiento que formaba un desnivel dentro de la pila de agua. Se incorporó con lentitud y observó con la vista nebulosa lo que había cambiado a su alrededor; alguien –sin duda alguna -, había entrado en el baño de prefectos sin que su ocupante se enterara. Descubrió entonces, en un oscuro recodo a la orilla de la habitación, había varias prendas femeninas, lejos del agua que podía caerle. Sintió las tibias aguas agitándose lentamente… Tenía que salir de ahí cuanto antes. A Malfoy no le importaba en absoluto su desnudez; estando en el baño de prefectos, ¿Quién podría entrar con un traje de baño?

Era mas intima la razón por la que ocultarse era necesario en aquellos momentos; su estado lamentable era para dar pena. Sin haberse enterado, sus ojos mostraban el cansancio de no haber dormido en varios días; su cabello alborotado y empapado estaba revuelto como el de un vagabundo. Si hubiera contado con un espejo en aquel momento, el descubrimiento de sus grandes bolsas violáceas debajo de sus ojos le habría asustado. Su rostro estaba macilento como el de un cadáver, y sus delgadas mejillas mostraba lo mal que la había pasado en varios días. Y la herida que representaba su vulnerabilidad y los miedos que había enfrentado en aquellas semanas justo cruzando su pecho. Y lo peor aun; observó entonces el tatuaje maldito que representaba visualmente los miedos más sádicos y puros que un humano podía soportar. Esa marca con la que había sido reclamado en propiedad como si fuera parte de un ganado; o parte de un selecto grupo de seguidores de Lord Voldemort, más bien. Llegó a la evidente conclusión de que su deplorable estado lo convertía en alguien indigno de ser visto.

Miró hacia el estante de fina madera que conformaba el toallero, al lado de la chimenea en cuyo interior solo brillaban los rescoldos y cenizas de lo que en alguna ocasión había sido un vivo y cálido fuego. Se sintió terrible al comprobar que no había ni una sola toalla. Y acto seguido recordó con pesar que, igual que la chica, había dejado todas sus ropas al otro lado de la habitación, necesitando cruzarla de un lado al otro para poder obtenerlas. ¿Cómo demonios podría hacer eso y pasar desapercibido a la vez? Caminó en cuclillas por el suelo de la piscina, cuyas aguas le llegaban hasta los hombros; pero la gran masa de burbujas le ayudaba a ocultarse con una mayor facilidad.

Internándose en los recodos mas oscuros de la sala, Draco quiso descomponerse en una serie de partículas y reaparecerse justo donde estuvieran sus ropas; pero aquello en realidad no era si quiera posible. No quería que lo vieran en ese estado. Con la vista difusa por unas difuminadas y esponjosas nubes de espuma, el chico no se percató de que ocurría en frente suyo mientras trataba de avanzar silenciosamente hacia la otra orilla de la piscina, donde le sería mas fácil esconderse y pasar desapercibido… hasta que de pronto el tacto de su pie sintió con cada una de sus fibras nerviosas una piel ajena a la suya, en un choque contrastante entre un par de pieles desnudas y suaves como seda; Draco tragó un poco de agua y su rostro quedó hundido en el agua al haber resbalado. La cálida sensación de aquella otra piel le había hecho entrar en un estado de shock; su corazón latía desbocado como un toro mientras su rostro salía del agua, a la par que emergía el cuerpo de la perfección, envuelto en suaves volutas de vapor. La espectacularidad de su agilidad al salir del agua era como una cámara lenta filmando una hermosa cabellera castaña que derramaba y salpicaba diamantes líquidos artísticamente, como una suave explosión. El reflejo de la luz contra las gotas, en una entrada dramática, reflejaba hermosos arcoíris en miniatura, y las diminutas perlas de agua contra la retina humana formaban soles de luz que se expandían en forma de una estrella de tonalidades naranjas y amarillas que se expandía conforme el chico parpadeaba; era algo tan hermoso y especial como un caleidoscopio. Su percepción humana volvió a la normalidad y la escena fue un salto de emoción que el ni si quiera pudo controlar. No podía negar que estaba avergonzado de mostrar el aspecto de su rostro en aquel momento, pero es que no podía dejar de mirar a la muchacha que estaba presente, viva y corpórea a sus ojos.

-¡¿Draco?! –bramó Hermione Granger totalmente sorprendida mientras se cubría el pecho con los brazos cruzados y sus mejillas adquirían una tonalidad rosada; la mas adorable que Draco hubiera visto en su vida.

-¿Her-Hermione? –tartamudeó avergonzado mientras su mirada grisácea estudiaba los contornos de la chica y las detalladas texturas de su piel empapada a la cálida luz del fuego. Las llamas de las antorchas describían violentos círculos luminosos en la retina de Draco, hasta que su abatimiento se recompuso y recobró su vista normal.

Tanto lo había anhelado; tantas veces había visto a esa sangre sucia desnuda en su imaginación. Y aquel derroche de inocencia combinado con sensualidad nunca había sido tan espectacular en sus sueños como lo era en realidad. Tanto la había añorado y ahí la tenía justo en frente, desnuda y frágil con su piel pálida que pintaba inocentemente una lluvia de tenues pecas a penas perceptibles a la vista.

-¡deja de verme! –exigió la muchacha apenada mientras sumergía su cuerpo de hombros para abajo entre la lluvia de burbujas. Sus mejillas continuaban encendidas.

Draco se sorprendió al descubrir los labios de la chica rojos como la sangre; ese color intenso y provocativo no era obra de ningún maquillaje. Pero Draco, como un pálido cadáver, carecía de ningún brillo o rubor alguno en sus mejillas; le habría gustado mostrarle a Hermione que el también era humano, aunque fuera con un detalle tan sencillo como el color de su rostro. Añoraba abrazarla en aquel momento; pero se sentía como un fantasma… un espíritu compuesto de algo menos denso que el humo o el vapor que ahí flotaba en forma de zarcillos y espirales que se perdían en la oscuridad del techo, transformándose en una consensada nube que desprendía pequeñas gotas de vez en cuando.

-yo… lo siento –dijo el apenado mientras se acercaba a la otra orilla de la piscina -¿puedes tapar tus ojos? –Se sentía vulnerable al mostrarse en ese estado, y más cuando se estaba presentando a la chica de quien se había enamorado profundamente durante el transcurso de aquel sexto curso.

Recordó los tiempos en que las venas le hervían tan solo con mencionar la asquerosa suciedad de la sangre de Hermione; en aquellos tiempos solo habría deseado con verla enterrada viva. Y que sintiera los montones de tierra presionar sus pulmones… veía sus brazos luchando contra una caja de madera que no cedía y el aplastante poder de la tierra encima de ella… Sin embargo, entonces, su corazón se había reformado radicalmente y le había jugado una broma de mal gusto a su dueño. Tan solo el aspecto de Hermione no era suficiente para Draco; era como si ella hubiera tomado un trozo de su corazón y lo hubiera insertado en el de Malfoy, esperando que este obtuviera un resultado. Y en realidad funcionaba, solo que no de la manera en que el quería; Hermione no correspondía de la misma manera los sentimientos que el Slytherin sentía por ella. Y en las últimas semanas había aprendido a comprenderlo de la manera más tolerable. Ella se estremeció y miró hacia varias direcciones.

-¿no crees que sería mas practico ir por una toalla? –inquirió ella.

-si… es que hay un problema con eso –murmuró el otro señalando el estante vacio en la punta más lejana de la habitación.

-ah –respondió simplemente la castaña -¿quisieras ponerte la ropa? Me siento incomoda.

-si, claro… quisieras… ya sabes, ¿voltearte?

Ella asintió y se dio la vuelta en el agua y esperó unos momentos a que Draco saliera del agua, se secara un poco y se pusiera sus prendas. Una vez listo, el muchacho suspiró.

-ya no te preocupes, estoy presentable… -murmuró mientras metía los brazos en las mangas de su túnica y se acomodaba el cabello con las manos.

Ahora fue su turno de ocultar su vista mientras Hermione caminaba en cuclillas y comenzaba a retirarse los restos de agua y jabón del cuerpo. A penas se había vestido a la mitad, cuando pisó el mármol blanco, húmedo y resbaloso por el agua espumosa; la chica llevaba los pies desnudos y un mal movimiento le hizo resbalar. Draco reaccionó de inmediato, y al voltearse y darse cuenta de que el grito de Hermione se debía a que había resbalado, se lanzó hacia ella tratando de sujetarla. Consiguió aferrarla entre sus brazos por el torso y el impulso de ese choque los lanzó a ambos al agua que estalló en una lluvia de agua y espuma que saltaba por el alrededor. Draco siguió aferrándose a la piel de la chica y la abrazo hacia si mismo mientras su boca se entreabría y tomaba bocanadas de agua cuyo sabor impregnado a flores era muy desagradable al gusto. Draco sintió la presión contra su cuerpo y trató de emerger de inmediato del agua. Respiró como una aspiradora, abriendo la boca y ayudó a salir a Hermione. Se aproximó de inmediato a la orilla, y recostando su espalda contra la pared, esperó a que esta reaccionara, y al notar que tosía violentamente y su mente parecía apagada, su reacción de terror manchó todas las facciones de su rostro. Se preguntó que hacer; si salir así, empapados ambos y correr con una chica a medio vestir para llevarla a la enfermería. La primera impresión de cualquier persona al ver una escena parecida, habrìa sido de sorpresa e intriga. Miró a su alrededor, como si esperara que de pronto alguien entrara a la habitación con una camilla de hospital y una poción para calentar los huesos, pero claramente eso no pasaría. Desesperado la miró y tanteó el pulso de su cuello, donde la sangre seguía corriendo, caliente y latente. Suspiró y le dio respiración de boca a boca de la única manera que se le pudo ocurrir; jamás había aprendido esa clase de maniobras, ni tampoco las había practicado, así que no sabía si su torpe actuación tendría algún resultado en Hermione. La miró con tristeza, y besó sus frágiles parpados que habían adquirido un tono lila, como si fuera uno de esos vampiros que los muggles usaban en sus películas. Acarició su helada mejilla y miró una lagrima resbalar desde sus ojos y rozar los labios de la chica. Todas las terminaciones nerviosas de Draco se habían activado automáticamente, y cada una de sus sensaciones humanas se había extendido hasta fronteras desconocidas. La miró con cuidado y le susurró en el oído una tonada suave y totalmente dulce; a simple vista, aquello era como la escena sádica de una película anormal. El villano en realidad era el héroe cruel que amaba secretamente a una persona a quien habría asesinado en otras circunstancias.

De pronto, Hermione abrió los parpados con lentitud y miró a su acompañante con dolor. Su garganta emitió varios tosidos roncos y que evidentemente, salían dolorosamente de su garganta, desgarrada por el agua que había corrido por su cuello.

-¿estas bien? –inquirió el chico débilmente, sintió su voz quebrantada y mas bajita del tono que el habría querido usar.

-estoy… bien –murmuró ella tosiendo con debilidad –gracias… –dijo apenada mientras el rubor le hacia adquirir un poco de color nuevamente.

-¿Qué dices?

-gracias –repitió ella incorporándose y limpiándose una única gota de agua salada que aun descansaba en la comisura de sus labios, una lagrima que a Draco no le habría gustado derramar –gracias por salvarme la vida.

Draco no sabía que decir; el salvarle la vida a Hermione representaba todo lo contrario que había demostrado él en contra de la Gryffindor.

-¿Por qué lo hiciste?

-¿hacer que? ¿Salvarte? –el se quedó callado durante unos segundos, reflejando la angustia que le confería la duda –quizá pienses que soy un monstruo inhumano, incapaz de mostrar un solo sentimiento en su mascara de amargura… tal vez incluso sospecharas mis deseos.

-¿Qué en otras ocasiones deseaste mi muerte? –Habló con la voz temblorosa, pero aun así, segura -¿Qué te habría gustado que mi amistad con Harry Potter fuera la cuerda que me ahorcaría a una vida de sufrimiento a la vista de lord… de lord Voldemort?

Draco retiró su mirada de sus pálidas manos y miró a la chica frunciendo los labios.

-mi única identidad radica en mi capacidad de intimidar, de hacer creer a los demás que mis miedos no son mas que absurdas sensaciones, impropias de una persona con mi categoría… no se porque te lo revelo, pero yo si tengo miedos. A veces me daba miedo dar mi verdadera cara a la gente, y tener que aparentar que pertenezco a una sociedad superior. Es una actitud superflua y estúpida de mi parte, pero por lo menos me daba un sitio en el que podía estar confortable aun cuando los demás no lo estuvieran –se quedó en silencio durante unos momentos, escuchando su propia respiración lenta y acompasada -Actúo como un títere, manejado por varios hilos que me encadenan a la voluntad del Señor Tenebroso. Sentí miedo cuando atraparon a mi padre y lo llevaron a Azkaban… y sentí miedo cuando esta marca que oculto bajo mi brazo fue grabada con fuego maldito.

El chico tomò el dobles de la manga de su túnica, y con mano temblorosa, retirò el trozo de tela empapada hacia atrás, revelando la detallada imagen de una calavera escupiendo una serpiente; era un dibujo tan texturizado y detallado, que parecía como si realmente tuviera una serpiente viva en el brazo. Hermione soltó un gritito ahogado, y observó el tatuaje que tanto temor le confería.

-lo sé –dijo el joven comprensivo ante la asustada mirada de su interlocutora –es comprensible que me vea obligado a controlar mis temores.

-a veces los miedos muestran que eres un humano –dijo ella comprensiva –todos tenemos miedos y enmascararlos como tu lo haces te hace simplemente un cadáver animado.

El muchacho no respondió; las palabras de ella dolían en el alma. Pero la verdad era innegable.

-quizás… -se limitó a asentir él silenciosamente; no recordaba el momento en que había entablado una conversación con tanta seriedad con Hermione.

-gracias –repitió ella dándole un beso en la mejilla al chico; Draco sintió que le ardía el rostro y el tono rosado de su rostro continuó elevándose de nivel.

Estaba tan cerca de ella que la tentación de morder sus labios sanguinolentos lo obsesionaba. Sintiendo un escalofrío correr su espalda, un impulso le hizo moverle a la chica un mechón achocolatado de cabello que le impedía ver sus hermosos ojos. Ella sonrió sinceramente, simplemente arqueando sus labios, y decidida a salir de la piscina, se dio la vuelta para escalar los peldaños colocados en el interior para salir.

-Hermione, espera… -pidió el muchacho y ella se volteó lentamente reflejando sorpresa en su semblante.

-¿si?

El se le acercó, y sin previo aviso se arrojó a sus labios dejando fluir una espesa sustancia por su cuerpo; era como si su cerebro estuviera segregando hormonas desconocidas, y estas corrieran por su sangre activándola, avivando su mente, resucitándolo de una intima muerte; o una inconsciencia mental, por lo menos. Sus labios ambarinos recorrieron aquella superficie satinada y que hasta entonces había sido ajena.

Su mano derecha recorrió el torso de la chica lentamente y la engarzó a su cuerpo, encajando como un par de piezas de rompecabezas. La luz de la araña metálica y de las antorchas proyectaba una tenue y cálida luz que se fragmentaba en rayos dorados al chocar con las miles de gotas de agua que empapaban la habitación de un lado al otro. El único sonido existente en aquel momento, era el de los chasquidos de unos apasionados besos y el suave movimiento de las aguas chocando contra la orilla. Malfoy siguió besando el cuello de su victima, y la hizo suya. Su dedo anular recorrió cada silueta de su cuerpo y sus labios se entrecruzaron en un beso eterno. La sensación de estar anestesiado era intensa; las olas de perfume adormecedor que aun corrían por la habitación habían penetrado los sentidos de ambos muchachos, haciendo que los besos fueran lentos, apasionados y delicados como pétalos de rosa cayendo en cámara lenta. Ambos cerraron sus ojos, disfrutando de la oscuridad de sus parpados; lo mejor de la oscuridad es que disfrazaba los prejuicios y los convertía en nada más que un lejano espíritu que se desvanecía en forma de vapor. Ambos podían disfrutar de sus pasiones celosamente guardadas en secreto; ya no existía la posibilidad de amar a una Sangre Sucia, ni a un chico inhumano obligado a lastimar a los demás. Todo se centraba en la desnudez de sus almas, que se habían desprendido de todo prejuicio, toda objeción o pensamiento. Los besos continuaron mientras sus manos se entrelazaban en el aire y ambos se dejaron amar. Traspasaron toda barrera que anteriormente hubiera existido entre ellos… y simplemente demostraron el eterno amor que sentían el uno por el otro.

Al final de todo, Malfoy estaba satisfecho. La sensación de profunda felicidad lo invadió regenerando cada tejido de su cuerpo, que se inundó de aquella sustancia que su cerebro desbordaba. El tatuaje de sus besos era lo que el siempre había estado esperando desde el momento en que sus ojos vieron realmente lo que representaba Hermione Granger. Había vivido tantos años cegado ante lo pura que era el alma de su amada; y como si sus pupilas hubieran aumentado para captar cada uno de sus detalles, ahora sus ojos no podían resistirse a alejarse de aquella piel caliente y húmeda de terciopelo. Por fin ella era suya; sin restricciones ni excusas. La cascada de ilusiones, vertidas en forma de besos era la prueba que el necesitaba para demostrarse a si mismo que ella era suya…

Un aire helado rosó el rostro de Draco; la explosión de sensaciones había desaparecido repentinamente y la capacidad de sus ojos regresó a la normalidad. Abrió los ojos y sintió su frente empapada en un sudor frío. Tragó saliva dificultosamente y se sintió aturdido al cambiar radicalmente el sitio en el que estaba; miró los alrededores y se sintió decepcionado y espantado a la vez. Las cosas no podían cambiar tan fácilmente de un instante al otro en el mundo real; la comprensión de ese hecho le dijo que todo lo que su momento le había evocado era sencillamente imposible. Se encontraba en su dormitorio en la sala común de Slytherin; Zabini tenía su almohada de plumas encima de su cabeza recostada sobre la cama, y Crabbe roncaba de manera escandalosa como acostumbraba hacerlo todas las noches.

Y Malfoy comprendió por primera vez desde el inicio de aquella noche, que todo lo que había estado visualizando, había sido un truco engañoso y doloroso a la vez por parte de su mente: El chico había estado soñando. No había ya manera de revivir todo lo que había ocurrido.

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