Fanfic: El sueño de Severus

–Severus… ¿alguna vez te has dado un beso? –Le preguntó Lily, con cierta picardía.

Estaban sentados junto al lago de Hogwarts. Lily lo miraba sonriendo, sentada frente a él, con su uniforme de Gryffindor, y algunos mechones de pelo en la cara que ella retiraba con su mano, pero volvían gracias a la suave brisa que pasaba.

Snape negó con la cabeza tímidamente, bajando la mirada. Lily se inclinó hacia él y le levantó la barbilla con la mano. Se miraron a los ojos. El joven Severus sentía el corazón en la garganta y la cara arder.

–No te avergüences por eso, Severus. No tiene nada de malo.

–Pero… –tuvo que tragar saliva para poder acabar con la frase–, me gustaría saber cómo se siente.

Lily sonrió con dulce picardía.

–Creo que te puedo ayudar con eso –y cerró los ojos.

Severus vio a la niña acercarse, su cara estaba tan cerca que podría, de proponérselo, contar las pecas de su nariz…

Abrió los ojos de golpe y se encontró con el oscuro techo de piedra de las mazmorras donde se hallaban los dormitorios de Slytherin. El joven Snape se llevó las manos a la cara con frustración. No era la primera vez que tenía ese sueño. Quiso saber la hora, esperaba que, por lo menos, faltara poco para que amaneciera, pues sabía que le costaría volverse a dormir. Sacó su varita de debajo de su almohada (desde primer año dormía de esa manera) y murmuró Lumos. Acercó su varita al reloj que descansaba sobre su mesa de noche. Eran un poco más de las dos y media de la mañana. Apoyó su cabeza en la almohada y suspiró, resignado, a que pasaría el resto de la noche mirando al techo.

Estos sueños en los cuales estaba siempre a punto de besar a Lily se repitieron con mucha frecuencia mientras fue alumno de Hogwarts y, aunque no era exactamente el mismo sueño, siempre terminaba de la misma manera. Unas veces soñaba que la iba a besar en la torre de astronomía, otra vez fue en un salón de clase vacío. Su favorito había sido una vez que había soñado que Lily se probaba nuevamente el Sombrero Seleccionador y este le decía que había cometido un error y que la joven pertenecía a Slytherin. En el sueño, Snape iba a besar a Lily en la sala común de Slytherin, con la vista que tiene esta sala a las profundidades del lago como telón de fondo.

Una vez graduados de Hogwarts, luego de que cada uno siguiera su camino, a Severus no se le volvió a repetir este sueño. Ni una vez, hasta el día de la boda de Lily a James, para la cual había sido invitado. No quería ir, sabía que necesitaría de todas sus fuerzas para mantener un semblante normal, que no revelara la profundidad e intensidad de su tristeza.

Había llegado a la boda junto con el resto de los invitados. La ceremonia se celebraría en el patio trasero de la casa de Lily. Todo había sido decorado con flores blancas y velas, pues el acto tendría lugar al atardecer. Severus llegó y, sin saludar ni hablar con nadie, mas que para preguntar de que lado se sentaban los familiares y amigos de la novia, se sentó en una de las últimas filas y en la esquina, lo más alejado del pasillo por donde pasaría Lily, que había sido bordado con pétalos de rosas rojas.

Al ver a Sirius, Remus y Peter hacer su aparición en el lugar, Snape bajó la cabeza y se colocó la mano en su frente, de manera que esta le hacía de sombrilla a su frente. Por supuesto, no funcionó y, antes de que comenzar la ceremonia, Sirius se le acercó.

–¡Quejicus! ¡Años sin verte! ¡¿Cómo estás?! –Saludó Sirius, sin ninguna mala intención, cabe decir, a pesar del uso del apodo que le habían impuesto cuando eran estudiantes en Hogwarts.

Snape saludó con frialdad:

–Hola, Sirius. Sí, algunos años –y no dijo nada más.

Sirius sonrió y, aprovechando que nadie se había sentado aún junto a Snape, se sentó en esa silla vacía mientras comenzaba la ceremonia. No contento con eso, le pasó el brazo alrededor de los hombros y dijo:

–Admiro tu valentía al haber venido.

Snape no dijo nada.

–En serio, Quejicus, en serio. Viniste a la boda de quien, junto a mí (no le voy a dar todo el crédito a James), hizo que tus años en Hogwarts fueran… difíciles. No contento con este acto de valentía, al mismo tiempo estás yendo a la boda de tu primer amor… o, ¿único?

Snape continuó sin decir nada, aunque un ligero movimiento de sus labios que no pudo controlar, le indicó a Sirius que estaba verdaderamente molesto. Como, a la hora de la verdad, Sirius es una buena persona, además de muy inteligente, decidió detenerse en su, para él muy gracioso, ataque verbal y, por primera vez en lo que fue su vida, le dedicó a Snape unas palabras que no contenían ninguna burla y cuyo único objetivo era hacerlo sentir bien.

–Severus… ¿te digo la verdad? Admiro que hayas venido. Yo no lo hubiera hecho. ¿Ver a la mujer que más amo casarse con el hombre que más detesto? No hubiera venido por nada del mundo, y tú viniste, no sé si únicamente para verla o si quieres asegurarte de que se vea feliz. Sea como sea, te voy a decir algo, y no se te ocurra repetirlo, porque si James se entera, te voy a buscar y te lanzo una maldición Imperius que vas a ser mi esclavo por el resto de tu vida.

Snape, aún sin decir nada, volteó a ver a Sirius. Sirius suspiró y dijo:

–Sea como sea… espero que James la ame tanto o más que tú, porque Lily no se merece menos.

Una suerte de sonrisa fugaz, seria al mismo tiempo, apareció en la cara de Snape.

–Te repito. No le digas esto a nadie ¡Buen día, Quejicus! –Se despidió Sirius, al momento que se levantaba y se alejaba para unirse a Peter y a Remus.

James llegó y fue directo hacia sus amigos, la verdad es que estaba tan sumido en su dicha que no se percató de la presencia de Snape en su boda con Lily Evans. La melodía de la canción «Moon River» de Henry Mancini comenzó a sonar. Todos se levantaron, Snape incluído. Entró James y el cortejo conformado por Sirius, Remus, Peter y tres amigas de Lily. Cuando todos estuvieron en su sitio, apareció Lily, que se detuvo unos segundos al final del pasillo a lo largo del cual caminaría. Les sonrió a sus invitados. Snape la miraba fijamente, rogando por que sus miradas se cruzaran y poder dedicarle una discreta y rápida sonrisa o, por lo menos, un movimiento de cabeza que le mostrase a Lily su cariño y la felicidad que implicaba, para él, el verla feliz.

Ocurrió.

Los ojos de Lily se encontraron con los de Snape. Él sonrió como pudo y levantó discretamente la mano a modo de saludo. Ella más elocuente, le dedicó una amplia sonrisa y un animado saludo con la mano. La sonrisa de Snape se amplió e incluso se atrevió a levantar un pulgar como felicitando a Lily.

Y en ese instante de triste alegría dejó todas sus fuerzas…

El resto de la ceremonia fue para él el momento más duro de su vida. Tuvo que hacer increíbles esfuerzos para mantenerse en pie y mantener una expresión estoica. Deseaba con todo su ser que la boda se acabara para poder abandonar el lugar. No se quedaría para la fiesta, ya sería demasiado.

Una vez que James y Lily caminaron a lo largo del pasillo, ya como marido y mujer y que los invitados comenzaron a abandonar sus asientos para pasar a comer, Snape se alejó, otra vez, sin hablar con nadie.

…Y esa noche, después de años, se convirtió otra vez en el tímido estudiante de Slytherin, enamorado en silencio de una Gryffindor que, una vez más intentó besarlo y él, una vez más, despertó cuando menos lo quería.

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Escritora venezolana radicada en Miami. Licenciada en Historia del Arte y Literatura por la Universidad de Miami. Ha publicado la novela Beatriz decidió no casarse, la cual también fue publicada en inglés. Puedes comprar su novela en Amazon

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