Fanfic: ‘Albus Potter y el regreso de los mortífagos’

Saludaba contento a su padre, que tenía una sonrisa de profunda confianza, su madre, con ese pelo rojizo, tan suyo, y su hermana, con una mirada de alegría y apoyo. La plataforma 9 ¾, y todos los rostros que sonreían desde ella se veían cada vez más pequeños desde el expreso escarlata que los conducía a un mundo de sorpresas inimaginables. Todavía saludando desde la ventana de su compartimento estaba Albus. Aún preocupado; así estuvo todo el verano. Mientras veía a sus padres confiados saludando, sintió como si le cayera una bolsa llena de galleons en el corazón. La ceremonia de selección lo mantuvo pensativo y preocupado todo este tiempo. Definitivamente no quería pertenecer a otra casa que no sea Gryffindor, donde sabía que toda su familia había estado, además no quería ver la cara de James si le tocaba en Slytherin.

-Albus!-Rose, su prima, lo sacó de su ensimismamiento.

-Eh?…

-¿No me escuchaste? ¿Te pregunté a que casa crees que iras?- dijo con cierto dejo de impaciencia.

-Eh…bueno, no me había puesto a pensar en ello.- mintió Albus.-Y tu?

-Ojala que me toque Gryffindor, pero quizás me toque Ravenclaw.-dijo de manera modesta.-Y tu Scor?

-Eh…ni idea.-desde que había hecho nuevos amigos no quería estropear esa nueva amistad, e inmediatamente se concentró con todas sus fuerzas en los cordones blancos de sus zapatillas, sin que diese resultado.

-¿Qué hechizos creen que nos van a enseñar? ¿Ya saben alguno?-preguntó con emoción.

-No, no realmente,-contestó Albus contento de que Rose haya cambiado de tema- y vos…, seguro te sabes la mitad de los que nos van a enseñar en el año.

-Bueno, no creo que tantos, pero se algunos…

Justo en ese momento llegó el carrito de los dulces y la mujer que vendía. Traqueteando por el pasillo se oían las ruedas del carrito viejo cargado hasta el tope con brujas fritas, calderos de calabaza, grageas Berttie Bot de todos los sabores, varitas de regaliz, y todo y mucho más de lo que los niños se podían imaginar. Después de comprar una buena ración de ranas de chocolate y grageas, volvieron a lo de los hechizos. Rose hizo un movimiento gracioso con la muñeca y susurró unas palabras, mientras el sombrero de Scorpious levitaba en la habitación. Ante las caras de asombro de Scor y Albus, el sombrero volvió a la falda de Rose, que sonreía satisfecha consigo misma.

Y así transcurrió todo el viaje. Entre risas, cuentos, verdades y leyendas, más hechizos, etc., la noche llegó para cubrirlo todo con su manto negro azulado manchado de estrellas, y la luna para cantar hasta que los niños duerman. Se cambiaron las prendas muggle por las túnicas de mago, y bajaron del tren. Caminando por un sendero embarrado por la lluvia, seguían a una voz grave. Solo seguían a la voz y a una sombra gigante de donde sospechaban que provenía la voz. Decía:

-Los de primero por aquí.

Hagrid gritaba por entre las gotas de lluvia que caían como piedras en el suelo que los estudiantes pisaban. Albus lo había visto en fotos que su padre y su madre conservaban de los tiempos de la Orden, así que más o menos se lo imaginaba, porque no lo veía.

Se dividieron en grupos de seis, uno de cada grupo tomó un farol y se subieron a una barca de madera, para atravesar el característico paseo por el lago, de los chicos de primer año. James ya lo había hecho partícipe de todo lo que debía saber para empezar el año sin las preocupaciones que llevaba a cuestas, porque no aguantaba más que todo el tiempo le estuviese pidiendo consejos, pero esto evidentemente lograba los efectos contarios a los deseados. Lo ponía más nervioso el que hubiese que cruzar el lago y que estuviera el calamar gigante, a pesar de que su hermano le hubiera dicho que era inofensivo.

Las gotas de lluvia, parecían balas, atravesaban la superficie ya de por sí agitada del agua y provocaban un oleaje, que mareaba a muchos de los alumnos. Albus se sostenía firmemente al borde de la barca, con la esperanza de poder cerrar los ojos y que todo pasara rápido. Tampoco quería caerse, eran muchos en la barca, que normalmente llevaba solo cinco estudiantes o seis que pesaran menos. El farol que sostenía uno de los chicos llamado Samuel, titilaba de vez en cuando por una suave brisa que también movía al bote, ya de por sí tambaleante.

-Falta poco Albus, no te pongas nervioso.- lo tranquilizaba su prima, o al menos intentaba hacerlo.

De pronto algo medio verdoso, que en la semioscuridad se veía negro, irrumpió la superficie del agua, justo al lado del hijo del Elegido. Albus casi se cae de la barca. Una cabeza de mujer horrible lo miró, y le hablaba en un idioma (Si se podía llamar idioma, porque realmente eran gritos que lo aturdían.) que el no entendía, como gritando desesperadamente.

-Son solo sirenas, quédate tranquilo- lo calmaba Scor, que también se había asustado al principio.

-¿Sirenas?

-Ajá.

Entonces si eso era una sirena, el estereotipo que el tenía en mente estaba en todos los sentidos erróneo. No eran ni lindas, ni cantaban tan maravillosamente como para que un marino se perdiera a causa de ellas. Seguramente el marinero se hubiese querido encerrar en algún lugar donde no las escuchara cantar como sierras, como él quería en ese preciso momento.

-Nos están dando la bienvenida- dijo otro de los chicos, uno morocho con ojos que podrían haber iluminado como el farol que sostenía Samuel. El chico explicó que sabía lo básico de sirenio porque su madre trabajaba en el ministerio con ellos.

Así llegaron hasta la orilla del lago, justo en el momento en que el calamar gigante parecía saludar al levantar uno de sus tentáculos por sobre el agua.

Albus agradecía el poder pisar tierra firme, lejos de las sirenas y del calamar. Subieron por una loma, siguiendo a Hagrid, que, ahora que había parado la lluvia se veía más claramente su barba, y su abrigo. De esta manera era más atemorizante.

Siguieron subiendo hasta llegar a la gran puerta de roble. Después de haberla atravesado, un fantasma, según le había dicho su hermano, llamado Peeves, los esperaba, para tirarles con todo en sus mojadas cabezas. De algún lado, salió una gata amarronada que se fue transformando de a poco en una señora, ya anciana, con túnica verde esmeralda, rodete ajustado, y un sombrero negro sobre su cabeza, que casi no dejaba ver que tenía lentes.

-¡Peeves!- gritó la profesora McGonnagall, desde el piso.

-Pero no les estoy haciendo nada- dijo escondiendo un florero y tirando toda el agua y las flores- , además ya estaba re mojados.- Y se marchó.

-Bien, alumnos de primero, su atención por favor. Excelente.- dijo cuando vio que todos la miraban mientras se secaban las túnicas.- Formen dos filas, varones y mujeres, quédense aquí y no hagan nada hasta que yo vuelva.

Las mujeres se separaron de la masa de chicos en el hall y formaron una fila. Los chicos las imitaron. Al cabo de un minuto vino la profesora, con un rollo en la mano y un trozo de tela negra en la otra. A Albus le pareció que tenía forma de sombrero viejo.

Acompañaron a McGonnagall a través de otras puertas gigantes de roble. Del otro lado, el murmullo que se venía escuchando desde afuera se hizo cada vez más intenso. Aparecieron muchos estandartes y cinco mesas largas. Una de las mesas estaba justo enfrente a ellos, y detrás había un estandarte con el escudo de Hogwarts. Los profesores en la mesa hablaban entusiasmados uno con el otro. Neville Longbottom de botánica hablaba con la profesora Sybill Trelawney de adivinación y con Sinistra de astrología. Del otro lado de la mesa era igual. Las otras cuatro mesas estaban repletas de alumnos. Sobre las mesas estaban los estandartes de cada una de las casas: rojo y dorado con un león, de Gryffindor; azul y plateado para Ravenclaw; amarillo y negro para Hufflepuff, y verde y plateado para Slytherin. Al ver esto, a Albus se le retorcieron las tripas.

También sobre las mesas había un millón de fantasmas que se saludaban entre ellos, con los profesores y con los alumnos más viejos. Eran, como el poltergeist de la entrada, translúcidos, y vestían ropas antiguas. El techo era el más raro que él hubiera visto en su vida. Representaba exactamente al cielo tal cual estaba afuera con la única diferencia de que no te mojaba.

-Parece magia.-susurró Albus atónito, y luego recordó que era mago.

Vio a su hermano de pronto, sentado junto con sus amigos en la mesa de Gryffindor, riéndose tan despreocupado, claro, el ya estaba seguro sentado en su silla. En cambio Albus estaba en la cuerda floja, a punto de caerse al precipicio de la humillación, o de que algo mágico lo salve y lo haga aterrizar en tierra firme. Sentía la humillación venir como si fuese un ejército de indios a caballo. Podía oír los cascos de los caballos sobre el piso, y podía ver el polvo que dejaban como recuerdo de que el mundo de Albus se venía abajo. Hizo un esfuerzo por calmarse, respiró hondo. En ese preciso momento las dudas se escondieron dando paso a la seguridad. Cuando la fila avanzaba el lo hacía con firmeza, hasta que decidió girar la cabeza hasta donde se encontraba su hermano. Allí las dudas decidieron que ocultarse era inútil y la confianza en uno mismo es la que se escondió bajo la cama temblando. Pensaba que el murmullo que se oía eran comentarios sobre él y que todos los alumnos fijaban sus miradas sobre el muchacho tembloroso que casualmente estaba parado en el mismo lugar que el suyo.

-No te preocupes, es solo un momento, nada más, no te vas a morir.- intentaba consolarlo Rose.

Pero cada palabra de aliento era como decirle que cada vez estaba más cerca el fin del mundo. Y con respecto a que solo era un momento, bueno, un momento si esta bien, pero el tema es que el momento es el más largo en la vida de las personas. ¿Por qué cuando uno desea que el tiempo transcurra más rápido, este lo hace más lento? El camino a la banca que se encontraba al frente de todas las mesas parecía eterno, como el camino a la horca, sentenciado a la humillación de pertenecer a otra casa. De alguna manera, a pesar de estar pensando siempre en que quizás le puede tocar Slytherin, creía, al igual que toda su familia, y tenía fe en ello, en que se encontraría sentado junto a su hermano, y que luego se reiría de si mismo por haberse sentido tan nervioso por nada. Pero el momento de la selección no había pasado todavía.

Las filas avanzaban lento hasta que de pronto se detuvieron. El silencio se hizo en el Gran Salón, lo murmullos se fueron apagando como quien baja el volumen de la música y habló el Director. Todos prestaban atención, como lo hicieron después cuando el Sombrero Seleccionador (El viejo recorte de tela que llevaba la profesora McGonnagall bien sujeto en la mano.) cantó su canción. Una diferente todos los años.

Cuando finalizó, la profesora esperó a que terminaran los aplausos, y se aclaró la garganta, desenrolló el rollo que tenía en la mano y comenzó a hablar.

-Cuando yo nombre a uno de ustedes, vendrán, se sentaran en el banco, se colocarán el sombrero, que les anunciará a que casa pertenecen. Luego, van, y toman asiento con sus nuevos compañeros.

Abbey Melissa.

Una chica rubia con dos trenzas y pecas subió emocionada al banco, y se colocó el sombrero en la cabeza. Este le dijo:

-Ravenclaw!

-Bellybarrel Simon.

-Gryffindor!

Albus lo miró con envidia, como se dirigía hacia su casa, y veía como su hermano lo recibía con una sonrisa.

-Fullstick Thomas.

-Hufflepuff!

-MacMillian Francis.

-Hufflepuff!

-Maddorque Samuel.

-Slytherin!

-Malfoy Scorpious.- Scor también avanzaba como en un funeral, con al cabeza gacha.

-Slytherin!

De la mesa de Slytherin provino un fuerte aplauso, y Scor se dirigió hacia allí.

La selección continuó con ocho chicos más, y luego la profesora dijo las palabras malditas:

-Potter Albus Severus.

Subió con tristeza, como si lo hubiesen sentenciado antes de tiempo. Se sentó en la butaca, lo único que se oía era su respiración y el latido apresurado de su corazón. El resto parecía inexistente, no había nadie que se moviera, ni respirara. Pudo apreciar los ojos de su hermano inspirándole confianza y apoyo. Cuando advirtió que Albus lo estaba mirando, James levantó el dedo en señal de aprobación. Con un poco más de ánimo se puso el gorro. Todo parecía tan lento, tan estancado en el tiempo, tan lejano a la realidad, tan distinto. De pronto el sombrero habló dispuesto a anunciar su casa:

-Slytherin!

[NOTA: Este fanfic fue escrito por Victoire Weasley. El dibujo de Albus Severus pertenece a lunajane. Si desean que alguno de sus fanfics, viñetas, humor pottérico, estanterías pottéricas sean publicadas en BlogHogwarts, envíen un e-mail a fans@bloghogwarts.com.]

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Autor DrHallows

Licenciado en Letras. Actualmente se dedica a la investigación en el área de la literatura latinoamericana. A la espera de empezar los estudios de posgrado.

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