Por Grim Nox
Pese a las reservas que tuvo en esos años, Draco no pudo dejar de contar al pequeño Scorpius la existencia de la Sala de los Menesteres, una pequeña ventaja que no harÃa mal a nadie según pensó. Draco tenÃa con su hijo un trato muy similar al que con él tuviera Lucius que, sin embargo, mostraba con su nieto una faceta nunca antes vista; desde la primera vez que lo cargó su adusta expresión pareció corromperse en una sonrisa llena de ternura , él y Narcisa no dejaban de contar desde septiembre los dÃas que faltaban para Navidad. TenÃan reservado para Scorpius un par de docenas de obsequios provenientes de todas partes del mundo; desde su comparecencia ante el ministro Kingsley, y tras ser eliminados los cargos en su contra, habÃan decidido que lo mejor serÃa estar lejos de aquellos que pudieran relacionarlos con los trágicos hechos ocurridos y se dedicaron a viajar, pero después de veinte años de todo aquello, el hervor de los ánimos parecÃa haberse calmado y ahora su atención se concentraba en prodigar de consentimiento a su único nieto (pese a la negativa que de ello hiciera Astoria, madre del susodicho, pues, dicho por ella, “no querÃa malcriar a su hijoâ€).
Diciembre habÃa llegado a Howarts y los alumnos se preparaban para las vacaciones. Un partido de quidditch cerrarÃa el pesado curso por lo que esa tarde los alumnos asistieron puntuales a la cancha, pese al inclemente tiempo que les obligaba a salir muy bien abrigados sabÃan que un encuentro entre Gryffindor y Slytherin era digno de pasar por un poco de frio, sin embargo, no todos los estudiantes se encontraban en las gradas apoyando a su favorito…
Scorpius paseaba por el séptimo piso del castillo esperando que una puerta se abriera ante él, tal como su padre le habÃa contado, pero nada pasaba y cada segundo se sentÃa más intranquilo. Aferraba la varita como queriendo encarnarla en su propia mano, sentÃa al contacto con ésta su pulso acelerado mientras trataba de mantenerse alerta de cualquier sonido que delatara una presencia: su padre también le habÃa contado de cierta capa que te podÃa hacer invisible, pertenencia , para su mala suerte, a los célebres Potter. Scorpius lo sabÃa, se habÃa enemistado con el menos indicado y no habÃa sido su intención, no entendÃa por qué aquel par de la casa de Gryffindor le tenÃa tanto recelo pero ese no era el momento para dilucidar sobre aquellas cuestiones, debÃa salvaguardar su vida que parecÃa correr tanto peligro. “Ãbrete, ábrete , ábrete, necesito ocultarme!…†pese a su insistencia la sala se resistÃa a brindarle refugio y justo cuando decidió encaminarse a otro piso escuchó pasos avanzar por el pasillo…
Desde su llegada se ganó el respeto de los prefectos y la admiración de sus compañeros; Hyperon era un chico discreto cuando no se le provocaba (y no era muy fácil que esto ocurriera) pero si alguna muestra de antipatÃa a su persona le era demostrada podÃa destrozar a quien se hubiese atrevido a incomodarlo. Aunque no estaba muy seguro de cómo habÃan ocurrido los acontecimientos de hacÃa veinte años una cosa la quedaba clara: Malfoy era un apellido que no todos miraban con agrado y pensó desde un inicio que, en lo posible, querÃa evitarse la molestia de lidiar con problemas ajenos. Scorpius Hyperon Malfoy era sin duda un fiel reflejo de su padre sin embargo se conducÃa con la astuta cautela de su madre, (y a su pesar, no tardó mucho tiempo en sobresalir). Su altiva sonrisa le dotaba de una increÃble seguridad y muy pronto se hizo de un pequeño séquito de amigos que lo seguÃan pese a su preferencia por estar solo. Nott y Romain Dix, prefectos de Slytherin, le trataban notablemente mejor que a cualquier novato y los profesores, algunos de los cuales, como serÃa el profesor Longbottom, mantuvieron sus reservas al conocerlo como hijo de Draco y tendrÃan más tarde una buena impresión de él.
HabÃa visto a James Sirius Potter esa mañana en el gran comedor. Pasó junto a la mesa de Slytherin y las rechiflas no se hicieron esperar, sin duda su acto fue una provocación justo antes del “amistoso†partido de quidditch que tendrÃan esa tarde, pero Potter pareció no irritarse en lo más mÃnimo y por el contrario sonreÃa con desdén ante sus encolerizados oponentes. A Scorpius no le caÃa en gracia sin embargo sabÃa que enfadarse por aquello no mostraba más que debilidad y le devolvió la misma sarcástica sonrisa. A su lado se encontraban sus dos más allegados compañeros, Parkin y Edgecombe quienes sostenÃan una acalorada charla sobre ciertos rumores acerca del enfrentamiento que habÃa tenido lugar hacÃa veinte años, el tema apasionaba a muchos y siempre que se abordaba la cuestión las contradicciones no se hacÃan esperar, Malfoy lo sabÃa muy bien y evitaba participar, sobre todo por que era bien conocida la intervención de su familia en lo ocurrido, pero ese dÃa, cuando James Potter hizo acto de presencia en el comedor, escuchó algo que le pareció particularmente irritante y le fue inevitable intervenir, sin embargo el bullicio en la sala distrajo la atención y se sintió aliviado de no tener que continuar hablando, sobre todo cuando un Potter se encontraba cerca…
Ya era tarde y Scorpius se habÃa perdido el final del partido, sentÃa el corazón martillando su pecho y por última vez intentó acceder a la Sala de los Menesteres, apoyó su puño sobre la pared y para su sorpresa una puerta le dio paso a un cuarto acogedor en cuyo centro se encontraba una butaca y una mesa. Sin dudarlo entró y cerró tras de sÃ, con el oÃdo pegado a la pared sus sospechas se confirmaron: Rose Waesley y Albus Potter le venÃan pisando los talones con intenciones para nada amistosas. Pese a que la sala le brindó la posibilidad de oÃr el exterior con claridad Rose Weasley bajó tanto la voz que Scorpius no pudo escuchar lo que tramaban, el sonido de sus pasos mientras se alejaban le tranquilizó por un momento pero la posibilidad de que hubieran hecho un plan para acorralarlo más tarde le alteró los nervios. Caminaba en cÃrculos por la sala octagonal y se dejó caer en la butaca pensando en la forma más adecuada de salir de ahÃ. Cuando miró un barroco reloj colgado de la pared se exaltó un poco, ya era bastante tarde y tendrÃa que salir algún dÃa. Todo ese tiempo habÃa ideado un plan que le permitiera llegar a las mazmorras sin toparse con ellos pero empezaba a desesperarse y ahora no hacÃa más que pensar en hechizos que le confirieran la victoria en caso de batirse a duelo. Hasta ese momento se habÃa resistido, con mucho esfuerzo valga decir, a “dar su merecido†a los Potter y la joven Weasley, que durante todo el curso lo miraron con aprhensión, sin embargo una voz muy arraigada en su interior le detenÃa siempre, justo cuando las palabras de un hechizo aturdidor estaban por enunciarse contra ellos. Además, pensaba él, desde su llegada la popularidad del trÃo de amigos era tan grande que el enfrentarlos hubiese significado poner a casi toda la escuela en su contra y, por supuesto, era lo que menos querÃa pero ese dÃa, por una desconocida razón, se encontraba huyendo como si se hubiesen declarado la muerte y -si habÃa necesidad- pensó,- no darÃa oportunidad para que se le tomara por cobarde-.
Durante la tarde Socrpius Malfoy se habÃa preparado para ver el partido, el cielo estuvo gris toda la semana y ese dÃa no era la excepción, todos salieron muy abrigados y se instalaron en las gradas luciendo las distintivas bufandas. Osman, de Slytherin, golpeó la quaffle por llegar a su cesto cuando algo interrumpió la atención de Scopius quien, desde su asiento, habÃa localizado en el cielo un punto dorado, que penó serÃa la snitch. Pero algo le incomodó de pronto, de las gradas frontales vio a Potter que le veÃa desde un punto estratégico, molesto, muy molesto con un aura casi visiblemente roja . ¿Y cómo sabÃa que se dirigÃa a él? Esa mirada iracunda tenÃa bien destinado a su objetivo, sin duda era a él. No lo pensó dos veces. Se levantó con sigilo y bajó las gradas con calma, cualquiera dirÃa que el juego le estaba aburriendo (pese a lo reñido del partido: 70 a 80 con Griffindor a la cabeza) y habÃa decidió marcharse, eran actitudes muy frecuentes en Malfoy, pero justo cuando estuvo en el piso echó a correr casi de forma instintiva y detrás suyo Rose Y Albus. Se detuvo en un lugar clave, ¿bajar a las mazmorras, seguir arriba? y tomó quizá la peor de las dos opciones, subió los escalones a toda prisa. Pronto se encontró ante el sitio que su padre le habÃa descrito alguna vez y confiando ciegamente en aquella narración esperó a que se abriera alguna puerta…
Albus Severus Potter solÃa ser un chico muy tranquilo y agradable, aunque su primer dÃa estuvo marcado por una oleada de nervios muy notorios (trastabilló al ser llamado para su selección de casa), su conducta era por lo regular relajada e incluso un poco distraÃda pero siempre entusiasta y acomedido. Su mejor amiga sin duda era su prima Rose, quien solÃa sacarlo continuamente de los aprietos producto de uno que otro descuido. Albus y Rose, Los dos eran personas tan afables que cuando se supo que perseguÃan a Malfoy, el chico rubio de Slytherin, todos intuyeron que debió de merecerlo en serio. Ese dÃa llego James al gran comedor, pasando intencionalmente por la mesa de Slytherin, el bullicio hizo que todos interrumpieran su desayuno para mirar la posible pelea que no pasó a mayores. James ocupó un lugar en su mesa y compartió con Albus sus sospechas; de nuevo “ese Malfoy†hablando a sus espaldas. No era la primera vez que James le escuchaba pronunciar el nombre se padre y, como en otras ocasiones, tampoco pudo saber qué tanto decÃa , pero viniendo de alguien como él, pensó James, seguro no era nada bueno. Para Albus era inevitable enfadarse; ¿Malfoy, Malfoy hablando mal de su padre?…
Las preguntas respecto al héroe de la cicatriz, el vencedor del innombrable o como le llamaran sus compañeros a su padre, le caÃan con resignada costumbre sin embargo no habÃa pasado por alto lo que eso significaba y, a esas alturas de su estancia en Howarts, se habÃa hecho de suficiente información para armar de alguna forma el pasado que antes de sus once años le era casi desconocido, le llenaba de orgullo aun teniendo muy presente lo mitificadas de las historias y el eterno consejo de Ted – no creas todo lo que oyes-. Por medio de James y otro compañeros supo que alguna vez el padre de aquel chico tan pálido de Slitheryn fue salvado por el suyo de morir carbonizado y más tarde, de ser linchado por la comunidad mágica, ¿cómo podÃa un Malfoy pasar por alto algo asÃ?. Albus se levantó seguido de Rose a quién contó lo ocurrido y cómo siempre ella intentó persuadirlo restarle importancia pero durante el partido Albus no hizo ningún esfuerzo en ocultar su molestia. Rose lo habÃa convencido de reclamar a Malfoy más tarde, puede que Albus se tranquilice, pensó justo cuando vieron a Malfoy abandonar las gradas.
-¿Lo ves? Huye! Sabe que está metido en problemas Rose, vamos…- y antes de que ella pudiera decir que no, se encontraban siguiendo al único slytherin dentro del castillo.
II.
Scorpius salió de la Sala de los Menesteres, las ventanas dejaban entrar una luz azulosa que dejaba el pasillo casi a oscuras. El chico encendió su varita y la apagó casi al instante pues recordó que su intención era no ser descubierto. Caminaba muy lentamente, con la espalda pegada a la pared, la varita en alto y la alerta al máximo. Bajó las escaleras con mucho cuidado y por cada piso que descendÃa sin problemas un alentador pensamiento le rondaba la mente : era muy posible que Albus y Rose se marcharan a cenar, pero justo cuando pensaba que dirigirse a las mazmorras era lo último por hacer sintió en la espalda una leve punzada. Giro sobre sus talones rápidamente y se encontró cara a cara con Albus Severus Potter.
-¡Malfoy, contesta ahora mismo, qué es lo que has estado diciendo!?- gritó enfurecido Albus ante el desconcierto de Scorpius que lo miraba absorto, el temor pareció degradarse lentamente pues la confusión se apoderó de su mente. Decir qué , en qué momento, para Scorpius aquellas palabras demostraban que la furia de Albus era producto de un mal entendido pero parecÃa que dicho asunto no podrÃa arreglarse sin pelear; el hombre más joven de los Potter lo arrinconó contra la pared con un movimiento violento y repentino, Malfoy no se dio cuenta ni en qué momento dispuso la varita en evidente posición de ataque. Se perforaban mutuamente con penetrantes miradas, Potter de enojo, Malfoy de creciente irritación. El silencio sepulcral de aquella oscura estancia tensaba la escena. Rose no sabÃa qué hacer, por primera vez encontraba a su primo potencialmente peligroso, aunque estaba también muy consciente de que no serÃa capaz de hacer algo terrible, sabÃa que la ira podÃa llevar a comportamientos bastante irresponsables y apretó la varita con fuerza. Scorpius analizaba la situación, se encontraba en desventaja pues a él lo iluminaba la lánguida luz proyectada desde la ventana mientras que Potter se encontraba entre las sombras, casi camuflajeado por la túnica negra. En ese momento deseó que un fantasma se apareciera pero por primera vez parecÃan actuar con compostura lo cual le estaba resultando poco oportuno.
Y lo que en realidad no fue ni un segundo a Malfoy le parecieron horas, Potter habÃa tenido ya mucho tiempo para atacar y al no ocurrir nada Scorpius decidió actuar, mas no fue un hechizo lo que no pudo terminar de pronunciar cuando su varita salió volando de su mano y le pegó con fuerza en la boca. Albus se quedó perplejo ante los reflejos de Rose cuya varita apuntaba a su oponente. Malfoy palideció y aunque su temor se habÃa manifestado no vaciló en decir :
-Yo…yo no te he hecho nada- . Se llevó los dedos al sitio del golpe. Su labio inferior se habÃa abierto ligeramente.
En su tono habÃa miedo pero también decepción, sus ojos denotaban resentimiento. ¿Nada, hablar mal de su padre era “nadaâ€?…pero Albus comprendió lo irracional de su comportamiento, acostumbrado a los buenos comentarios la posibilidad de que alguien hablase mal de él, de que no se comprendiera la magnitud de los hechos ocurridos hacÃa veinte años y más aún, el hecho de que fuera Malfoy , aquel cuyo padre la debÃa la vida al suyo, le habÃan sacado de sus cabales. Por primera vez habÃa tirado por la borda el consejo de Ted “no creas todo lo que oigas†, y se sintió un tanto avergonzado pero estaba ahÃ, apuntando con su varita a Malfoy con quien jamás habÃa cruzado palabra alguna y cuyo supuesto insulto a su familia no podÃa corroborar. –Tu- dijo Albus con decisión –has dicho algo sobre mi padre…-
Malfoy asintió. –Asi es, yo he dicho algo sobre Harry Potter…algo que mi padre no querrÃa que te contara -. Scorpius esbozó una débil y triste sonrisa apenas visible tras su mano. Se agachó para recoger su varita. Apuntando con la suya Albus le advirtió que se quedara en su sitio.
Albus y Rose intercambiaron miradas pero rompiendo con la costumbre, no tenÃan idea de lo que el otro pensaba. Albus pensó en continuar con la interrogación, esa sonrisa le habÃa parecido una burla. Rose empezaba a comprender… Otro silencio abismal, los tres estaban ahora iluminados bajo la luz que penetraba por la ventana.
Scorpius meditó un segundo y se incorporó lentamente pese a las advertencias de Potter, sacudió su túnica llena de polvo blanco. Bajó la varita y miró a los primos, mientras tocaba la herida de su boca. Dijo con seguridad:
-Claro, no es algo que guste de contar, pero ¿se imaginan ser el enemigo del hijo del héroe del siglo?- ese tono sarcástico lo habÃa heredado de su padre sin duda, Albus lo miraba con coraje . Cualquiera que los hubiese visto abrÃa jurado que se trataba de Draco Y Harry en su segundo año en Hogwarts, pero muchos años habÃan transcurrido desde entonces y la situación que acontecÃa de ningún modo hubiese terminado de la misma forma…Scorpius pronunció entonces las palabras que su padre jamás hubiese dicho y que sin embargo guardaba desde hacÃa veinte años…
-Harry Potter,.. .es un gran mago.-
Tan simple como eso, las palabras dichas en voz de un Malfoy penetraron en los oÃdos de Rose y Albus como una campana que se quedara vibrando antes de volver a sonar. Albus, después de un instante de impresión dudó : ¿no serÃa acaso una artimaña para zafarse del problema? Pero algo en el grave tono de Malfoy o tal vez en su expresión, le dejaron transparente. Como producto de un hechizo , la veracidad de aquella frase tantas veces por él escuchada nunca fue tan conmovedora. Albus sentÃa sin comprender del todo, era tal vez aquel lazo que une a los magos cuando uno es salvado por otro, pensó. No era el cobro de una deuda, sin embargo expresaba la más sincera gratitud.
-No sé muy bien que pasó hace veinte años, pero sabes una cosa, confÃo mas en lo que me cuenta mi padre que en lo que dicen unos idiotas de mi mesa…
Malfoy sintió una punzada de arrepentimiento que se esfumó conforme se retiraba no sin antes dejar a Albus muy en claro que –el hecho de que tu padre sea un gran mago no significa que tu lo seas Potter-, con esa caracterÃstica sonrisa suya.
Rose lo vio perderse entre las sombras, Albus y ella se dirigieron a la Torre de Griffindor
–Vamos Al, mañana hay que levantarse temprano, nos esperarán en King´s Cross temprano-.
Harry, Ron y Bill los esperaban en el andén, al bajar del tren los primos corrieron efusivos a saludar a su padre y tÃo respectivo. Scorpius fue recibido por Draco y antes de abandonar el andén vio a los Potter y los Weasley revisando las lechuzas y contando las maletas, muy pronto estarÃa en casa y serÃa recibido por sus abuelos, pasarÃa unas semanas lejos del colegio y tal vez el próximo año pudiera ser él quien diera un buen susto a Potter, se lo merecÃa pensó ; arreglaron un mal entendido pero, después de todo, le habÃa hecho perder el inesperado final del partido de quidditch.
Antes de irse Albus vislumbró entre una cortina de suave niebla a los Malfoy, sintió como si, habiendo sido cómplice de un crimen, se encarara con el asesino. Ahora él sabÃa algo que consideraba muy valioso sin embargo, y tras meditarlo todo el camino, decidió que no era ese el momento ni él la persona que tendrÃa que revelar aquel secreto a su padre.