Fugaz Destello

Por: Dana Rodríguez

Allí estaba ella, parada ante un grupo de personas que vestían largas túnicas negras con capucha y llevaban una mascara que les cubría la mitad del rostro. Ella vestía de igual manera a excepción de la mascara.

Ese era el día que durante tanto tiempo le habían anunciado, pero que ella se rehusaba a aceptar que llegaría, pero llegó. Estaba de pie frente al mismísimo Señor Tenebroso, que empuñaba su varita, estaban apunto de grabarle la marca tenebrosa en su antebrazo izquierdo.

Aquella muchacha dentro de poco cumpliría los 16 años.

Se encontraba en la mansión Malfoy, un lugar donde nunca antes había estado, pero era allí donde Lord Voldemort y sus seguidores se refugiaban. Se aproximó hacia donde por fin se convertiría oficialmente en una mas de los seguidores de Voldemort. En un momento sintió como si su brazo se hubiera fundido con una fogata, pero el dolor no duro mucho. Pasados algunos segundos el dolor ceso y se aventuro a abrir los ojos para ver por fin aquella marca. En efecto allí estaba, marcada, y aun al rojo vivo, la marca del Señor Tenebroso, aquel aterrador cráneo de cuya mandíbula se asomaba una igual de aterradora serpiente. A Laira le causaba repulsión aquella imagen, y mas aun tenerla grabada con fuego en su antebrazo izquierdo, la vería todo el tiempo, la perseguiría por el resto de su vida. Pero ella no tenia otra elección, su madre era fiel seguidora del Señor Tenebroso y era la instigadora de la revoluciones en Noruega, el país de donde venían, y su padre… bueno Laira no sabia nada de su padre, en su mente lo único que permanecía de el era un recuerdo borroso de cómo era alcanzado por un rayo de luz verde conjurado por su madre.

A pesar de que la peor parte había pasado ya, Laira comenzó a sentir como le ardía aquella marca, cada vez más y más.

Después de concluida la “ceremonia” Laira corrió hacia una de las terrazas de aquella inmensa mansión lo mas rápido que pudo. Al llegar a la terraza advirtió que llovía fuertemente, pero esto solo hizo que ella ansiara aun mas salir al aire libre. Atravesó el umbral de la puerta y en menos de un minuto ya se encontraba mojada de los pies a la cabeza, y además de lluvia había una fuerte ventisca que hacia ondear su largo y liso cabello negro.

Extendió sus brazos y alzo la cabeza al cielo dejando que la lluvia impactara fuerte contra su rostro. Por un momento su cuerpo se lleno de felicidad, se olvido de todos sus problemas, de que ahora era una portadora más de la marca tenebrosa, era como si la lluvia se llevara sus malos pensamientos. Quería que aquel momento durara para siempre, pero no tardo en desvanecerse junto con la felicidad que la invadía en ese momento.

La puerta que daba a la terraza se abrió y un muchacho de cabello rubio platinado salio al aire libre, estaba un poco avergonzado ya que no sabía que la muchacha se encontraba allí en ese momento, y de todas las terrazas de aquella mansión había escogido esa. En el momento en el que el muchacho salio a la terraza advirtió un destello color rojo en los ojos de aquella muchacha.

Se aproximo hacia el barandal y se apoyo es este observando el lúgubre cielo negro que se alzaba ante ellos, no hizo caso a la presencia de la chica, solo se dedico a quedarse allí parado como si estuviera solo, aunque la miraba de reojo.

Esto cautivo la atención de Laira quien se dedico a observarlo detalladamente por la espalda; su cabello, rubio platinado, se despeinaba fuertemente debido al viento, le llevaba aproximadamente 10 cm. de estatura a la muchacha y ya no llevaba puesta la túnica negra –a diferencia de ella que si la tenia- así como tampoco tenia la mascara.

Ambos esperaron un tiempo, pero, al ver que no se manifestaba Laira decidió imitarlo apoyándose contra el barandal a unos dos metros de distancia de el. –al fin no puedo seguir en lo que estaba- pensó Laira.

La lluvia siguió empapándolos durante algunos minutos más, hasta que al fin el silencio se rompió:

-Empieza a escampar- Dijo Draco. Otro destello color azul blanquecino se reflejo en los ojos de la muchacha.

Al oír esas palabras Laira se dio cuenta de que era cierto, las gotas de agua caían del cielo cada vez con menos frecuencia hasta que aquella tormenta se convirtió en no mas que una llovizna.

Laira jugueteaba con las ultimas gotas que caían del cielo, obviamente las controlaba con su magia -era una bruja poderosa en extremo-, estas recorrían alguno de sus dedos dándole un par de vueltas, luego resbalaban por el dorso de su mano hasta al fin resbalar por su antebrazo izquierdo. Repetía este procedimiento cambiando de dedo con cada gota.

Después de un rato ella advirtió que Draco se había volteado a verla, incrédulo.

-Cualquier gota de agua helada aliviana el dolor- Dijo Laira haciendo un gesto para indicar a Draco que se refería al ardor producido por la marca. No lo miraba, sus ojos estaban posados en la marca al tiempo que en su rostro se dibujaba una expresión de desprecio.

-Con el tiempo te acostumbras- Dijo Draco subiéndose la manga de su brazo izquierdo al tiempo que se lo enseñaba a Laira.

Ella por primera vez volteo a mirarlo directo a la cara, luego su mirada se deslizo hacia el brazo que le mostraba el muchacho. Y ahí estaba, la misma marca que Laira apreciaba también en su brazo, aunque se notaba que hacia mas tiempo que se la habían grabado. Como leyendo sus pensamientos el muchacho dijo:

-Hace 4 meses y medio la tengo-

Laira lo miro en silencio y luego volvió a dirigir la vista al cielo frente a ellos. No dijo nada.

-No te agrada mucho tener que llevarla grabada, ¿no es así?- pregunto aquel muchacho

Laira noto en su voz en su voz algo de comprensión.

-Es una carga pesada- admitió por fin ella.

La mención del tema había hecho que Laira sintiera ganas de llorar, pero ella nunca lloraba y, en consecuencia, cuando esto sucedía ella contenía las lágrimas haciendo que sus ojos, originalmente grises –igual a los de Draco-, se pusieran rojos y su cuerpo fuera victima de extrañas convulsiones.

-Toda la ceremonia para quien no la quería…- dijo Draco irónicamente mientras sus labios se curvaban en una sonrisa burlona.

-Tengo ideales diferentes a los de mi madre… a diferencia tuya no me enorgullezco de llevarla…-

-Me siento tan poco orgulloso como tu de ser un mortifago!- Por un momento Draco había perdido el control detestaba cargar con esa marca y que ella pensara lo contrario no lo hacia sentir mejor.

Laira lo miro confusa por un momento mientras sus ojos pasaban del gris al amarillo brillante, haciendo de esta manera que Draco advirtiera otro destello en sus ojos, pero luego ella devolvió la mirada al cielo frente a ellos.

Ella sentía como el chico clavaba su mirada fijamente en ella, hasta que por fin dijo:

-¿Como te llamas?-

-Laira… Nigellus- dijo – ¿y tu quien eres?-

-Soy Draco Malfoy-

Con un deje de sorpresa Laira volteo a mirarlo con sus ojos que demostraban ahora un púrpura intenso con destellos blancos y fijo su mirada en los ojos de aquel muchacho que se mostraban algo confundido debido a la reacción de la muchacha. Ahora Draco lo vio con claridad, sin duda alguna los ojos de la muchacha habían cambiado de color así como así.

-¿Así que tu eres quien le da asilo al Señor Tenebroso?- dijo Laira con algo de frialdad en su voz.

-Yo… no quería…-

Pero ella no lo dejo terminar

-El famoso hijo de Lucius y Narcisa Malfoy, ¿eres tú?-

El muchacho no respondió había notado el desprecio en la voz de la muchacha y su expresión se transformo en una mueca de furia. Al darse cuenta de esto Laira se apresuro a añadir:

-Yo solo te… imaginaba diferente-

Sin estar completamente conciente de lo que hacia el le respondió:

-También he oído hablar de ti…-dijo- creo que tu madre te sobrestima porque no tienes ni la mitad de características que menciono ella de ti –siguió- además no creo que sepa que no quieres contarte entre las seguidoras de el Señor Tenebroso.

-Y tú que me dices, el Señor Tenebroso se refugia en tu casa y tú lo odias en secreto…-

-Si, pero en el fondo se que cuento con el apoyo de mis padres.-

De un momento a otro el negro cabello de la muchacha se volvió de un tono rojo intenso al igual que sus ojos y su rostro se mostró profundamente alterado. –Su madre no comento aquélla característica- pensó Draco.

La muchacha se había mostrado profundamente irritada con el comentario que acababa de escuchar. Se aproximo a el empuñando su varita y dijo.

-Tu no tienes ni idea de lo que he pasado, de lo que ha pasado mi madre, si se entera que no quiero formar parte de esto…ella…ella…-

-¿Ella que?- la apuro Draco

-Ella……-

-Metamorfomaga- susurro Draco mas para si mismo que para Laira y no pudo evitar que su rostro se mostrara agradablemente sorprendido.

Al parecer la muchacha no se había dado cuenta aun de su repentino cambio de apariencia, giro la cabeza justo a tiempo para ver como uno de sus mechones rojos se elevaba debido al viento.

El hecho de que ella fuera una metamorfomaga le atraía muchísimo a Draco, quien se sintió avergonzado por lo que había dicho, pero antes de poder disculparse Laira dijo algo más:

-Lo… lo siento –musito- no me gusta usar mis poderes…yo…- Ella había bajado su varita y su pelo volvía al negro habitual, intento alejarse pero el muchacho la agarro de la cintura impidiéndole que se fuera. Laira lo miro expectante. Sus ojos nuevamente se mostraban color púrpura. El le hizo una seña para que siguiera contándole.

-Mi padre era un metamorfomago… el murió cuando yo era muy pequeña… bueno… no compartía los ideales de mi madre.- A ella le encantaban sus poderes ya que sabia que los había heredado de su padre, aunque a la vez le causaban un profundo sentimiento de dolor porque sabia que ese único recuerdo borroso que conservaba de él era cierto.

-Lo siento- dijo el muchacho.-No lo sabia… perdón… por lo que he dicho- Tanto en voz como en su mirada se notaba que estaba realmente arrepentido de lo que había dicho, eso hubiera convencido incluso a Harry Potter. Laira lo miro perpleja. La verdadera razón por la que ella lo había reconocido con desprecio minutos antes era porque su madre se lo había descrito como “un muchacho patán, arrogante y mentiroso” –cosa que Laira detestaba en las personas-, pero ese muchacho que tenia al frente –a pocos centímetros de distancia- no podía ser el mismo que su madre le había descrito.

Durante su conversación había escampado por completo, pero en ese momento la lluvia volvía a desatase junto con las fuertes ventiscas. Ninguno de los dos se inmuto ante esto.

Antes de darse cuenta Laira tenia una mano en la espalda del muchacho y la otra rodeando su cuello, y el la sostenía de la cintura con su brazo derecho mientras con su otra mano acariciaba su rostro y pasaba a su cuello sin despegarle la mirada de encima.

Laira se consideraba una persona tímida y se llevo una gran sorpresa al darse cuenta de lo que estaba haciendo.

Ella corto la distancia que los separaba acercando sus labios a los de el apresuradamente, sus labios se rozaron por un momento, pero luego se juntaron por completo en un romántico beso, al tiempo que su cabello se coloraba con un tono rosado vivo y brillante. Laira se aisló del mundo, olvido sus problemas por segundas vez esa noche y solo se concentraba en aquel muchacho, en su tacto. Tan solo percibía tres cosas: Aquel apacible beso que se interrumpía solo a breves momentos para tomar aire, la lluvia que caía nuevamente con fuerzas sobre sus cabezas y el viento que hacia ondear fuertemente su largo cabello rosado haciéndolos resaltar en aquella elevada terraza bajo un lúgubre cielo oscuro y nublado que se imponía ante ellos aquella noche.

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