Fanfic: Albus Potter y la Varita Partida – Capítulo 14

Capítulo 14: La Casa de los Potter

A Albus nunca, nunca, ¡NUNCA! le gustó volar en un auto encantado. Si ya de por sí las escobas le incomodaban, el imaginarse que el vehículo cayera en picada desde esa altura, con todas las piezas volando en miles de pedazos por el impacto contra el suelo, y sus extremidades probablemente regadas en varias direcciones… El punto es que no le gustaba, y sus padres lo sabían.

– Ya estamos cerca de llegar. – decía Ginny para calmar a su hijo. – Solo recuerda no mirar por las ventanas.

Albus, Scorpius, James y Rose viajaban en la parte de atrás de la camioneta. Para su mala suerte, Albus terminó sentado al lado de la puerta y la ventana.

– Intenta imaginar que estamos sobre una calle normal. – dijo Harry. Él sabía que Albus sufría de vértigo, pero se le hacía muy difícil conducir como muggle, así que no le quedaba de otra que hacerle pasar a su hijo ese mal rato de regreso a su casa. Por eso Harry siempre hacía lo posible por no llevar a Albus en auto a ninguna parte. Generalmente, cuando su hijo tenía que ir a algún sitio, iban caminando o en autobús.

Albus no decía palabra alguna, solo quería estar en el suelo lo más pronto posible. Scorpius pensaba igual debido al trauma de lo ocurrido en su primera clase de vuelo. En cuanto la camioneta voladora se estacionó en Godric’s Hollow, ambos bajaron a toda prisa y con un gran alivio.

– ¿Te puedo pedir un favor papá? – preguntó Albus.

– Desde luego. – dijo Harry

– En Enero, cuando tengamos que ir de nuevo al tren, por favor déjame ir en el auto muggle de tía Hermione. Creo que los dos estamos de acuerdo en que es lo mejor.

РTambi̩n me gusta la idea. Рdijo Scorpius.

– No hay problema, solo déjenme preguntarle. De hecho, los está esperando en casa con Ron.

A pesar de todo lo que se hubiera pensado, a Harry no le afectaba el vivir en la misma casa donde ocurrieron los sucesos desastrosos que le dejaron la cicatriz de rayo. Él mismo fue quien la reparó y arregló luego de comprar el terreno, con sus propias manos y sin nada de magia de por medio. Quedó idéntica a como se veía hace treinta y trés años.

En cuando seis atravesaron la cerca, la pequeña Lily apareció de repente gritando: – ¡YA LLEGARON! – El primero que fue abrazado por Lily fue Albus, seguido de James y Rose. Siempre había sido tímida con el resto de las personas, pero con sus hermanos y primos era una pequeña fuente de energía inagotable.

La casa por dentro no tenía mucho de especial, salvo por unas pocas fotos mágicas en las paredes. Scorpius le prestó especial atención a dos de ellas: Una mostraba a Ginny en su escoba persiguiendo la snitch durante uno de sus mejores juegos con las Holyhead Harpies, y la otra tenía a Harry y a Ron vistiendo sus uniformes y sosteniendo sus certificados de Aurores oficiales del Reino Unido.

En la cocina, Ron, Hermione y Hugo esperaban la llegada del resto de la familia. Hermione usó ese tiempo para intentar preparar un pastel de bienvenida, pero aunque sea talentosa en casi todo lo que exista, la cocina nunca fue su fuerte. A pesar de ello, Ron se comió cada uno de sus experimentos.

– Con cada intento fue mejorando. – dijo Ron.

– Me tomó muchas horas, pero creo que este si es el ganador. – dijo Hermione, sosteniendo un pastel aparentemente listo. Albus y Hugo fueron los valientes en probar primero.

– ¡ESTÁ INCREÍBLE! – dijo Albus al probar su rebanada.

– Mamá, ahora eres la mejor en todo. – dijo Hugo.

Fue el pastel de Hermione lo que los Potter/Weasley cenaron esa tarde. Tanto Hermione como Ron se habían sorprendido al ver a Scorpius por su parecido con Draco, hasta que recordaron que Harry ya les había avisado que vendría, y trataron de aparentar que no pasaba nada, aun cuando seguían incómodos.

Albus pasó el resto del día contándole a Hugo y a Lily como era la vida en Hogwarts. Scorpius, por otro lado, estuvo acompañando a Rose en el jardín, hablando de todos y de todo. Aquella mirada de Rose que antes era de desprecio, se había convertido en una de afecto, y su tono amenazador pasó a ser de alegría.

– Perdón por lo del tren. – dijo Rose, verdaderamente arrepentida.

– No te preocupes por ello, el pasado ya quedó atrás. – le respondió Scorpius.

– Si, pero…No debí molestarme así, tan solo por…

– Por favor, no hablemos más de ello.

– Está bien. – Rose posó su cabeza sobre el hombro de Scorpius, mostrándole con ese gesto que cualquier resentimiento que alguna vez haya sentido, había quedado en el pasado.

 

Esa noche, James se quedó despierto esperando a que todos estuvieran dormidos. Su padre lo esperaba en el patio, para hablar a solas con él. Se sentaron en las escaleras de la terraza.

– ¿Qué tan grave está Hogwarts? – preguntó Harry, preocupado por el bienestar de sus hijos.

– Nadie está seguro del todo. – le respondió James. – Ya te habrás enterado de las tragedias de hace poco.

– Es de lo único que se está hablando. No se ha hecho público porque me enteré que McGonagall logró callar a los medios, pero muchos padres están al tanto, y se preocupan de los próximos meses, como yo.

РTienes razones para estarlo, despu̩s de todo tu pasaste por muchas situaciones parecidas cuando estudiabas.

– Así es. Desearía que mis hijos las hubieran evitado, y sin embargo aquí estás, buscando a los infiltrados y haciendo lo posible por salvar Hogwarts.

– Creo que es de familia.

– Tu fuiste quien me pidió venir a hablar contigo esta noche. ¿Qué me querías contar?

– Hay algo que debes saber, sobre lo que pasó el día que me reuní con McGonagall… Trelawney tuvo una nueva profecía…

Harry se paró de repente de la sorpresa. Tenía miedo que la profecía hablara de alguno de sus hijos.

– Descuida, ninguno de nosotros fue mencionado en ella. – dijo James.

Harry se calmó un poco, aunque sin perder su curiosidad: – ¿Qué decía la profecía?

– No recuerdo las palabras exactas. Hablaba sobre un desastre que destruiría a magos y muggles sin distinción, y que sólo quien poseyera las tres piezas decidiría el destino de todos. Quería saber si tu sabías a qué se refiere con “tres piezas”.

– No tengo idea. – mintió Harry. Por supuesto que sabía el significado de esas palabras, pero no se lo dijo a James para que no fuera en la búsqueda de las Reliquias.

Ya en su cama, Harry pensó en lo que había hecho y su por qué: Según como él lo veía, quien tuviera las Reliquias tendría el poder de decidir qué lado ganaría, pero si dos de ellas permanecían ocultas, quizás ni siquiera llegara a ocurrir ese desastre profetizado por Trelawney. Además de todo la búsqueda de las Reliquias sería inútil, debido al estado en que él dejó a la Varita de Sauco cuando decidió no ser su dueño: totalmente inservible e irreparable. Además de ello, no quería poner en riesgo a James dándole la idea de encontrar las Reliquias. Con lo de los Infiltrados, cualquier amigo cercano a su hijo podía ser una potencial amenaza, así que si James se ponía a buscarlaas, sólo lo pondría en riesgo innecesariamente. Después de todo, era imposible que alguien supiera que la Varita se encontraba en el fondo del lago de Hogwarts, y que mucho menos la pudiera reparar, así que no había nada de qué preocuparse.


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