Fanfic: Albus Potter y la Varita Partida – Capítulo 11

Capítulo 11: Pánico

Albus y Boggart regresaron a la Sala Común de Ravenclaw, donde se llevaron una gran sorpresa al ver a los profesores Flitwick y Wycliffe revisando todas las habitaciones.
– ¿Qué está pasando? – le preguntó Albus a Raymond, el prefecto de Ravenclaw.
– Nadie lo sabe. – dijo Raymond. – Entraron de repente y empezaron a inspeccionar las cosas de todos.
Albus no lo entendió al principio, pero entonces recordó la advertencia de su hermano sobre los infiltrados en Hogwarts, así que no debía alarmarse por ese cateo.
– ¿Desde hace cuánto que están aquí? – preguntó Boggart.
– Diría que desde la tragedia del partido. – dijo Raymond.
– ¡¿Cuál tragedia?! – gritó Albus.
– ¿No lo sabes? Seis jugadores de Quidditch murieron el día de hoy por un cazador psicópata de Slytherin. Dicen que luego se suicidó usando un ojo de… – Albus no pudo escuchar la última frase. Su mente solo pensaba en hacer una cosa: Correr a buscar a James.
Albus fue tan rápido como pudo al retrato de Gryffindor, pero al momento de subir las escaleras chocó con una persona que estaba bajando. Por suerte, resultó ser su hermano.
– ¡JAMES! – gritó Albus de alegría mientras abrazaba a su hermano. – ¡Estás bien!
– Por poco no fue así. – dijo James.
– ¿Qué pasó?
– Uno de los infiltrados estaba en el equipo de Slytherin, y mató a seis jugadores. Cuando trató de hacer lo mismo conmigo, el capitán de Slytherin me salvó.
– ¿Y el infiltrado…?
– Usó un ojo de basilisco para petrificarse a sí mismo.
Albus estaba en shock. De no ser por esa misteriosa suerte que tienen los Potter de evadir a la muerte, hubiera perdido a James.
– Y ahora… ¿A dónde te diriges? – el tono de voz de Albus era más bajo.
– McGonagall quiere verme en su oficina dentro de una hora.
– ¿Para qué?
– Haces muchas preguntas Albus, y ojalá te las pudiera responder todas. La verdad no lo sé, de seguro tiene que ver con el juego de hoy. Hablamos luego, tengo que ir a buscar una cosa…
Albus quiso seguir haciendo preguntas, pero James ya lo había apartado para seguir su camino. Albus tenía curiosidad por saber qué era lo que no le contaban, por qué McGonagall quería ver a James, por qué este grupo religioso solo mata al azar y en ciertas ocasiones, en quién podía confiar…

A pesar de que Flitwick y Wycliffe revisaron la habitación de Albus y Boggart, no lograron encontrar aquello que estaba oculto a simple vista: la Capa de Invisibilidad, la cual estaba cubriendo la almohada de Albus dentro del armario, gracias a lo cual no pudo ser encontrada (la capa sólo puede volverse invisible si está cubriendo algo). Albus la buscó y se la puso, pues iba a usarla para meterse en la oficina de McGonagall y observar la conversación de su hermano.
Cuando caminaba por los pasillos usando la Capa, Albus pudo notar el miedo que tenían los estudiantes luego de la tragedia del juego de Quidditch. Habían chicos que peleaban porque pensaban que uno iba a matar al otro. Albus escuchaba las discusiones, que generalmente eran similares: “No se si quiera volver al Colegio después de Navidad”, “Mi mejor amigo trató de matarme”, “Les aseguro que Robert era un mortífago”…
Después de una larga caminata siendo invisible por los pasillos y escaleras, Albus llegó a la puerta de la oficina de McGonagall, por la cual estaban entrando los profesores Collins y Hooch. Aprovechando el momento, Albus se metió con ellos sin ser sentido, y cuando ya estuvo dentro se pegó a una pared.
El Despacho del Director parecía una pequeña biblioteca. Detrás del escritorio estaba McGonagall acompañada por Flitwick. Frente a ella, se había colocado unas cuantas sillas donde se estaban sentados varios profesores: Wycliffe, Collins, Hooch, Longbottom, Hagrid, y otros que Albus desconocía. El único que seguía parado era Binns por ser un fantasma, a quien hace poco habían reanimado luego de ser petrificado por Annie. James también estaba en la oficina, sentado en la primera fila junto con Hagrid y Neville.
– Buenas tardes a todos. – dijo McGonagall. – Los he reunido para discutir la situación actual de Hogwarts. Como ya muchos sabrán, un estudiante de Slytherin asesinó a seis de sus compañeros durante un partido de Quidditch. Los único que saben el por qué somos el señor Potter y yo.
James se paró para que todos lo vieran. A continuación, comenzó a hablar: – Días atrás, una estudiante de Gryffindor, Sarah Rowling, falleció durante una clase de Historia de la Magia. La directora les hizo creer a los estudiantes que fue por un infarto, pero en realidad murió asesinada por otra estudiante, Annie Claire.
Todos los profesores se intercambiaron miradas de preocupación.
– McGonagall y yo interrogamos a la perpetradora, quien resultó ser parte de un grupo Pro-Muggles extremista, conocido como el Fuego de Dragón. – dijo James.
– Traté de investigar ese nombre a través de los medios a mi alcance, pero sin ningún resultado. Los sucesos de hoy también fueron cometidos por otro miembro del Fuego de Dragón. Señores, este grupo quiere exterminar a los magos, y por eso ocurren estas muertes repentinas.
– ¿Pero qué pretenden al matar estudiantes al azar? – preguntó Neville.
– El señor Potter y yo creemos que lo hacen para infundir miedo y desconfianza entre los jóvenes, y hacerles creer que todos sus compañeros pueden ser potenciales enemigos, lo cual lamentablemente es verdad. Este pánico general solo nos debilitará cuando ocurra un ataque mayor, y por eso es necesario que cada uno haga el esfuerzo por encontrar infiltrados, y evitar que sigan cometiendo estos actos. Al parecer el grupo se identifica por usar ojos de basilisco para suicidarse cuando son descubiertos. Los profesores Flitwick y Wycliffe catearon las habitaciones de las casas en búsqueda de los ojos, pero sin éxito hasta ahora. Le pedí que a la señorita Trelawney que tratara de predecir lo que pasará en los próximos días, y espero que dentro de unos minutos pueda…
– ¡MINERVA! – gritó la profesora Trelawney, al entrar sin previo aviso en la oficina. – ¡MINERVA! ¡LA TENGO! ¡LA PROFECÍA!
– Sybill, cálmate, ¿Qué pasó? – dijo McGonagall, luego de ir por Trelawney y sujetarla para que no perdiera el equilibrio por la emoción.
– La tengo Minerva, la profecía. Vino a mi hace poco, mientras me encerraba en mis pensamientos. Aquí está.
Trelawney sujetaba en sus manos una esfera blanca a la que Albus le prestó mucha atención, al igual que el resto de los profesores y su hermano. De repente, de la esfera surgió la figura fantasmagórica de Trelawney, quien dijo las siguientes palabras:

El fuego del infierno consumirá a magos y muggles por igual…
Aquellos por la envidia y el odio dominados…
Destrucción y caos al reino traerán…
Y el poder de las tres piezas decidirá…
Cuando las tres piezas se hayan juntado…
Quien las posea, el destino marcará…
De todo aquel cuya sangre sea de mago…
Cuando las tres piezas se hayan juntado…
La muerte vendrá por quienes considere sus aliados…

La imagen de Trelawney se desvaneció, y todos quedaron atónitos con el espectáculo.
– Las tres piezas… – dijo la profesora Vector. – ¿A qué se refiere?
– Nunca imaginé que… – dijo McGonagall. – Esto es más grave de lo que pensé…
– ¿Qué hacemos Minerva? – preguntó Hagrid.
– Hay que considerar cerrar Hogwarts por este año…
– ¡Eso ni pensarlo! – gritó Flitwick. – Esta escuela ha sufrido desastres peores: La Cámara Secreta, El Torneo de los Tres Magos, la Batalla de Hogwarts… y ha pesar de todo eso y más, nunca hemos cerrado nuestras puertas.
– Flitwick tiene razón. – dijo Neville. – No hemos perdido jamás un año escolar, a pesar de todos los esfuerzos que hizo Voldemort para destruir Hogwarts, ¿Y ahora lo haremos porque un grupo de fanáticos religiosos nos ataca?
– ¡¿Y qué quieren que les diga a los padres de los estudiantes que murieron hasta ahora?! – preguntó Minerva. – ¡¿También le diré a los otros padres que es seguro mandar a sus hijos al Castillo?!
– ¡Si cerramos Hogwarts, esos dragones habrán obtenido lo que querían! – gritó la profesora Sinistra.
– ¡¿Pero cuántas vidas estamos dispuestos a sacrificar?! – gritó el profesor Wycliffe.
– ¡Ya son siete los muertos, y ese número seguirá creciendo! – gritó el profesor Binns.
– ¡BASTA! – gritó James para callar la discusión. Los profesores mantuvieron silencio para escuchar. – Todos tienen razón en lo que dicen. Si, Hogwarts no puede cerrar, y si, no podemos seguir perdiendo vidas así. Es por eso que tenemos que encontrar a los infiltrados pronto, y creo que para ello debemos actuar en lugar de andarnos gritando unos a los otros, pues las peleas solo nos hacen más débiles. Ahora, los infiltrados siempre llevan su ojo de basilisco en los bolsillos, así que antes de que los estudiantes entren a los salones, hay que revisarlos para ver si llevan uno consigo. Esa es la parte sencilla, pero cuando ellos se den cuenta de lo que hacemos, se encargarán de evitar estas precauciones, y en ese momento tendremos que buscar otras formas para localizarlos. Por ahora, bastará con estar pendientes, y que cada uno de ustedes se comprometa a conjurar un Accio antes de sus clases. ¿Están de acuerdo?
Los profesores se miraron los unos a los otros, y decidieron que James estaba en lo correcto.
– Muy bien señor Potter. – dijo McGonagall. – Tu te harás cargo de liderar esta operación, si te sientes capaz de ello.
РLo har̩, tanto por Sarah como por mis compa̱eros fallecidos en el juego, le prometo que encontrar̩ a todos los infiltrados que pueda y se los traer̩ para que haga con ellos lo que quiera.
– Me complace escuchar eso.
Cuando terminó la reunión y cada uno de los profesores regresó a sus labores, Albus se escabulló usando la Capa para regresar a su habitación. Encontró a Boggart dormido, lo cual resultó ser un alivio, porque no tendría que contarle lo que pasó hasta estar seguro de poder confiar en él. Albus sabía a qué se refería la profecía con “Las tres piezas”, la palabra “muerte” fue clave para entenderlo.
– Las Reliquias de la Muerte. – se dijo Albus en su interior.


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