Ensayo: «Yates o el Sacrílego II: El Príncipe Mendigo»

Tras la acogida del primer artículo sobre el amado-odiado David Yates, centrado básicamente en La Orden del Fénix, continúo; esta vez para exponer criterios sobre la sexta entrega cinematográfica de Harry Potter.

Antes de comenzar a emitir criterios, debo rectificar algo que dije en mi artículo anterior y agradezco al lector que me recordó el detalle: el efecto utilizado para la aparición de los Mortífagos fue idea de Newell. En la secuencia del regreso de Voldemort, sus aliados aparecen como en la quinta entrega. Además, con las prisas de escribir el artículo anterior olvidé unos detalles los nuevos actores que se incorporaron al reparto. La excelente caracterización de Evana Lynch en su personaje de Luna Lovegood; la despistada Nymphadora Tonks, de Natalia Tena; y las insuperables, entre lo mejor que en actuación ha tenido la saga: Imelda Staunton (con la sádico-fascista Dolores Umbridge) y Helena Bonham Carter (escalofriante hasta por su forma de pronunciar y moverse en escena). Aplausos a la dirección de actores; pero aplausos también a Nicholas Hooper que, si bien no me siento calificado para nombrarlo como el mejor compositor de la saga, su música capta perfectamente el espíritu aventurero y la nueva dimensión que alcanza Harry Potter bajo la dirección de Yates. Destaquemos temas como The Flight of the Order of Phoenix, el intro de El Misterio del Príncipe, la escalofriante Journey to the Cave y la trístisima (y mayor reto de la saga) Dumbledore’s Farewell.

Situándonos en el tema de este último comentario dedicado a los directores, no piensen que el título es un error tipográfico. La sexta entrega de Harry Potter es “la más pobre de las Cenicientas” dentro de los filmes de la saga. No obstante, Yates, como director pareció crecer, y lo que hacen de esta la peor entrega —en mi opinión— son otras cuestiones más bien comerciales y de guión. Si bien Yates se gana un aplauso por su trabajo, Steve Kloves hizo la peor adaptación de la que tenemos noticia dentro de Harry Potter. Escenas inventadas —como la de la quema de la Madriguera— afectan el desarrollo de la trama. Por otra parte, vemos la personalidad de Harry cambiada: es un “conquistador de camareras que viaja en tren para calmarse”. Omitió escenas de la niñez y juventud de Voldemort que ayudarían a los espectadores a comprender por qué Tom Riddle se convirtió en el monstruo que es. Por otra parte, por simples propósitos comerciales, las escenas del final del libro fueron cambiadas. La esperada primera batalla en Hogwarts no apareció, sólo los Mortífagos se pasearon libremente por el castillo sin que nadie los viera, y Bellatrix resultó una fatídica incendiaria. Claro no todo fueron desaciertos: excelentes las escenas de inicio, espectacular la del puente y el humor es lo más destacable de esta entrega, en lo que a guión se refiere.

Sobre Yates, qué decir: se ve un avance en este filme en cuanto a la manera de mostrar los eventos, a pesar de los saltos que da en algunos momentos de sopetón. El ambiente que logra, de oscuridad a veces, de mucho humor en otras es genial, así como las escenas del Quidditch. Sin embargo, a pesar de que la Warner retrasó el estreno de El Misterio del Príncipe,  está entre las películas con más errores del año de su estreno. ¿Por qué? ¿Acaso Yates no supervisó el trabajo de edición? Sobre los efectos especiales una vez más superan a la entrega anterior. Aunque el Pensadero cambió la esencia de su funcionamiento, esta manera de mostrar el pasado es excelente, más rica visual y artísticamente que la de Newell (más fiel al libro): todo en verde, el color de las serpientes, de Salazar Slytherin, de la muerte (Avada Kedavra), o sea del MAL. El trabajo con los Inferi fue más creíble que el realizado con Grawp en la quinta entrega. También es buenísimo —sobre todo por el reto que representa y la sencillez que tiene— las desapariciones. Reconozco que se alejan de lo que había imaginado; pero me gusta ese trabajo. En el apartado de la fotografía y la dirección de arte, podemos afirmar que son lo mejor de la saga. Hasta ahora es la que tiene lo más destacado en el campo de la riqueza visual, resaltando sobre todo el despacho de Dumbledore, y la caverna. Cada vez que veo la escena de cuando Dumbledore llega a la Caverna con harry, ligada a esa música excelente, confieso que se me pone la piel de gallina. Aunque Yates no haya resaltado de la misma forma la muerte de Dumbledore, y el velorio se haya omitido. Me parece que el tratamiento de una de las más importantes muertes de la saga, que incluso impactó a los fans de un modo profundo, fue deficiente. Se podía haber explotado más. Por supuesto, que vale el reconocimiento también a la iniciativa de elevar las varitas al cielo, como señal de que la luz prevalece sobre el mal.
Y ahora, para el final, la mejor escena en lo que a dramático se refiere dentro de la saga: el GRAN final de Harry Potter y el Misterio del Príncipe. Después de verlo, quedé convencido de que Yates sí tiene un gran potencial y es muy buen director: esa mezcla de fotografía sorprendente, el aire batiendo contra el rostro de Hermione y el de Harry, el triste canto de Fawkes, y las palabras de Emma y Dan, son mágicos. Cuando veo la película en casa siempre pongo esa escena, pues, además de toda la riqueza artística que tiene, en lo personal me recuerda cuando salí de la secundaria (un internado como Hogwarts), y la despedida de mis amigos. Me hace remontarme a mis días rebeldes, a mis días de amistad en lo que fue mi Hogwarts. Quizá a muchos les pase lo mismo. Quizá a otros no; pero, además de Sacrílego, David Yates se ha convertido en artista.

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Estudio periodismo en la Universidad de La Habana, escribo novelas y trabajo como periodista en CMBF Radio Musical Nacional. Potterhead!

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